Tras la narración de la breve historia del nacimiento del barrio Belén, nos disponemos a realizar un recorrido pausado por sus rincones más representativos.
Lo iniciamos por la estación de autobuses, símbolo de modernidad y grandes transformaciones de esta localidad en los últimos años. Llegamos al Parque de la libertad, construido en el año 1988, amplio, lleno de césped y arbolado con innumerables bancos y dos fuentes que nos invitan al descanso. Observamos su prolongación a través de una calle en cuya entrada se sitúa un monumento conmemorativo que nos recuerda a D. José Marcilla Hernández que desarrolló, como párroco, una intensa labor pastoral en esta localidad a mediados del siglo pasado.
Personaje ilustre, al que Antonio García Sanz le dedicó un amplio, detallado, hermoso y literario artículo en la revista: “Andar, andar,…”; cuyo texto íntegro lo pueden encontrar en el Número 10 de la publicación del IES “Mateo Francisco de Rivas” de Jabalquinto y en su página web.
Así nos narraba Antonio García Sanz, la biografía hasta que fuese ordenado sacerdote:
“Era José hijo de una familia acomodada que habían educado a sus hijos en el amor a Dios y al prójimo. Fue su padre, D. Manuel y su madre Dª Sagrario; el uno de Navarra y la otra de Burgos. Nació el 28 de noviembre de 1913 en Madrid. Habiendo conseguido, D. Manuel, cátedra de Escuelas Industriales, fue trasladado a Linares donde ocupó plaza en la Escuela de Peritos de la vecina ciudad. De niño jugaba con sus hermanos: Manuel, Julia y Purificación y con los demás niños de la vecindad, distinguiéndose por su bondad y gran corazón. Cuando ejecutaba una travesura, acogía el castigo de sus progenitores con alegría, con lo cual, la situación volvía pronto a la más absoluta normalidad.
Estudió bachiller en Linares, obteniendo brillantes calificaciones, e hizo carrera de peritaje en Madrid cursando posteriormente estudios superiores de arquitectura. Consiguió algún dinero pero no era feliz. Realizó el servicio militar en “Transmisiones” (Madrid). Allí fue donde escuchó la llamada de Dios, ingresando en el seminario de Comillas en 1935, tenía entonces 22 años.
Durante la Guerra Civil Española el seminario permaneció cerrado, retomando la carrera eclesiástica una vez terminada la contienda nacional en 1939.
Fue ordenado presbítero el día 23 de julio de 1947 a la edad de 34 años. Celebró su primera eucaristía en la parroquia de San Francisco de Linares, el diecisiete de agosto del mismo año, diez días antes de la mortal cogida del diestro Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” en el coso de Santa Margarita de dicha ciudad”.
De Arjonilla se trasladó a Jabalquinto. Esta es la descripción que Antonio García Sanz hace de su llegada a esta localidad:
“El Camión Bedford, aparcó en la plaza del pueblo quedando al instante rodeado por decenas de vecinos. D. José acababa de llegar a su nuevo destino. Arjonilleros y Jabalquinteños, enarbolando la misma bandera, procesionaron hasta el templo, arropando a D. José, que saludaba con manos y cabeza a cuantos a su paso se asomaban a la puerta de su casa. Recibidos por D. Fernando, su predecesor, caminaron sigilosamente hacia el sagrario donde se postraron y rezaron un buen rato. Era el día 3 de julio de 1949. Sin saberlo, sólo tendría cuatro años para depositar su semilla apostólica en Jabalquinto.
Apenas llegado a su destino, caminaba un día por la “Calle Llana”, entonces “Calvo Sotelo”, escoltado por un par de feligreses. Había iniciado una obra en la parroquia y no tenía más dinero que el del “cepillo” del domingo anterior ; se acercó un hombre elegantemente vestido y metiendo la mano en el bolsillo interior de su gabardina sacó un sobre de color caña.
- ¿Es usted D. José?.
- Para servirle, señor.
- Tenga, un donativo para la obra.
- Que Dios se lo pague buen hombre.
Aligerando el paso torcieron la calle y llegando a la casa del albañil pagó lo que se debía hasta entonces.
- ¿Sabéis una cosa?, dijo al dar la espalda a la puerta.
- ¿Qué D. José?, preguntaron los acompañantes.
- Pues, que Dios tiene más dinero que un torero.”
D. José Marcilla Hernández, cura párroco, rodeado de trabajadores y monaguillos en la finca de Torrubia. Año 1951.
Sacerdote, bueno, enérgico, trabajador y muy querido por todos, tal y como se desprende de los siguientes versos, sacados del artículo de Antonio García:
Ya hemos venido
Un poco cansados
Y con don José
Que bien lo hemos pasado.
Mucho hemos reído
Mucho hemos jugado
Y a Jabalquinto
Por fin hemos llegado.
Que viva la palma
Que viva el romero
Que viva Don José
Y los misioneros.
Si los misioneros
No hubieran venido
Jabalquinto entero
Se hubiera perdido.
Olayo Alguacil González
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